
¿Qué está pasando con los formatos de libros digitales?
Los formatos digitales han transformado la lectura. Pero a medida que avanzan, presentan nuevas restricciones.
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SuscribirmeLos formatos digitales han transformado la lectura. Pero a medida que avanzan, presentan nuevas restricciones.
Los formatos digitales han transformado la forma en la que accedemos a la lectura. Siendo los ebooks y documentos digitales cada vez más masivos, los archivos como PDF, EPUB, MOBI y DOCX se han vuelto parte de nuestro día a día, tanto en entornos profesionales como de ocio.
Pero, a medida que esta digitalización avanza, también se imponen nuevas restricciones. El protagonista silencioso de esta evolución se llama DRM: Digital Rights Management.
Aunque muchos lectores pueden reconocer las siglas, pocos comprenden su verdadero alcance. Hoy exploramos los formatos digitales más usados para libros y documentos, su funcionalidad, y cómo el DRM ha pasado de ser un complemento opcional a una barrera cada vez más presente.
De los estándares abiertos al cerco comercial
El formato PDF fue uno de los primeros en popularizarse. Creado por Adobe en los años 90, permite mantener intacta la maquetación de un documento sin importar el dispositivo desde el que se abra. Aunque útil para informes y documentos académicos, su rigidez lo hace incómodo en pantallas pequeñas.
A diferencia del PDF, el EPUB nació como un estándar abierto pensado especialmente para libros digitales. Basado en HTML y comprimido en un archivo ZIP, permite que el texto se adapte al tamaño de la pantalla, mejorando la experiencia en móviles y e-readers. Este formato es ampliamente compatible, aunque costó que fuera aceptado por algunos dispositivos al comienzo.
Por ejemplo, Amazon adoptó MOBI como formato propietario para su ecosistema Kindle, pero en 2022 anunció que llegaría a su fin y cambiaría a EPUB, junto con formatos pocos conocidos como KFX. Estos formatos no solo optimizan el rendimiento en sus dispositivos, sino que integran capas de DRM más estrictas.
DRM: entre protección y limitación
El DRM, o gestión de derechos digitales, nació como una forma de proteger a autores y editoriales del uso indebido de su contenido. Pero en la práctica, su implementación puede ir en contra de los intereses del consumidor. Impide copiar, compartir o incluso respaldar los archivos legítimamente adquiridos.
La paradoja es que, aunque uno haya pagado por un libro digital, no necesariamente lo posee.
Amazon ha sido una de las empresas más agresivas en este campo. Hasta febrero de 2025, permitía descargar los libros comprados desde su web con la opción "Download & Transfer via USB". Esto permitía transferir el archivo al Kindle sin conexión Wi-Fi o usar programas como Calibre para convertirlos a otros formatos.
Pero esa opción ha sido retirada. Ahora, los libros deben descargarse exclusivamente vía Wi-Fi directamente al dispositivo, y no pueden extraerse fácilmente desde la memoria interna.
Esta medida ha generado polémica. Muchos usuarios con dispositivos antiguos o sin acceso a Wi-Fi han visto limitada su capacidad de lectura. Peor aún: se pierde la posibilidad de hacer respaldos o usar aplicaciones de lectura externas.
Kobo y NetGalley: caminos paralelos
Amazon no está sola. Kobo también ha implementado DRM en sus formatos EPUB y KEPUB, especialmente para libros distribuidos desde su tienda o desde servicios como NetGalley. Esta plataforma, utilizada por editoriales y reseñistas para compartir ARCs (Advance Readers Copy), ha migrado hacia esquemas más cerrados.
En 2025, NetGalley lanzó una función que permite enviar directamente las copias a dispositivos Kobo, integrando DRM KEPUB. Antes, los archivos se descargaban en formato EPUB protegido con Adobe DRM. Aunque esto mejora la experiencia para usuarios Kobo, limita el acceso desde otros dispositivos.
NetGalley también ofrece opciones como el DRM social (marcas de agua con datos del lector) y el LCP (un sistema de encriptación menos intrusivo). Sin embargo, la tendencia general apunta hacia formatos cada vez más protegidos, incluso en libros que no tienen valor comercial directo.
El dilema de la propiedad digital
Estas restricciones han abierto un debate legítimo sobre la propiedad digital. ¿Realmente somos dueños de los libros que compramos? ¿O solo alquilamos acceso a ellos bajo condiciones impuestas por la plataforma?
Desde la noticia, los usuarios más avanzados han recurrido a herramientas como Calibre y plugins DeDRM para eliminar las restricciones y crear copias de respaldo. Sin embargo, el proceso requiere conocimientos técnicos, y las empresas actualizan sus sistemas constantemente para bloquear estas prácticas.
Entre el ecosistema cerrado y la libertad del lector
El enfoque de Amazon, Kobo y otras plataformas evidencia una apuesta clara por ecosistemas cerrados. En ellos, desde la compra hasta la lectura, ocurre dentro de un entorno controlado. Esto puede garantizar una experiencia fluida, pero al mismo tiempo sacrifica la interoperabilidad, la autonomía y la longevidad de nuestros contenidos.
Frente a esto, algunos sellos editoriales independientes optan por vender ebooks sin DRM, confiando en la ética del lector. Plataformas como Smashwords o incluso Humble Bundle han promovido esta modalidad, apostando por la confianza y la accesibilidad.
En este panorama, el lector debe estar informado y tomar decisiones conscientes: conocer qué formato está adquiriendo, qué DRM lo acompaña y qué derechos cede al aceptar los términos de uso.
Una lectura que también exige vigilancia
Los formatos digitales y el DRM no son neutros. Detrás de cada extensión de archivo y cada sistema de protección hay decisiones comerciales, tecnológicas y éticas. Entenderlas es el primer paso para recuperar el control sobre nuestras bibliotecas personales.
La comodidad de un clic no debe eclipsar el derecho a poseer lo que compramos. Mientras el DRM siga expandiéndose sin regulación ni opciones claras para el consumidor, seguiremos preguntándonos: ¿estamos leyendo o solo rentando?
Seguiremos explorando estas tensiones entre tecnología y autonomía, para que el futuro digital no nos quite lo que el presente nos promete: libertad de acceso, propiedad y conocimiento.
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